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Una nueva Europa más nuclear
06/05/2004   La Razón digit@l
Casi cuatro millones de kilómetros cuadrados, 450 millones de habitantes y un producto interior bruto que excede holgadamente los siete billones y medio de euros (en fin, una cantidad que probablemente se nos escapa). La Unión Europea acaba de sumar diez estrellas a su bandera, más de 70 millones de habitantes a su censo y 19 reactores nucleares a los 136 que ya había en la Europa de los 15, ese espacio cada vez más vasto que sin embargo carece de cierto recurso «clave», petróleo.

El caso es que para sus defensores, la nuclear es una vía de independencia (energética) a través de la cual es posible escapar a los dictados del crudo, a la par que una forma de combatir el cambio climático, ese fantasma global que puede empezar a costar caro otra vez el dinero a muchas industrias del Viejo Continente (ya saben, a partir de enero la legislación solo permitirá a cada país, a cada industria europea, emitir una cierta cantidad de gases de efecto invernadero pero no más. No más... so pena de multa gorda). Y claro, son muchos los que ya han advertido la situación y señalan que la nuclear produce electricidad pero no emite CO2, cosa que sí hacen las centrales térmicas de fuel o de carbón.

El caso es que mientras ciertas Administraciones y muchas industrias apuntan en el haber de la nuclear esos efectos positivos, para el ecologismo y aledaños, la atómica es una vía muerta que tiempo ha debió ser clausurada. Clausurada por su peligrosidad intrínseca (Chernóbil) y asimismo peligrosa por la remota fecha de caducidad de los residuos que genera, residuos que permanecen «vivos» durante miles de años y con los que todavía no se sabe muy bien qué hacer. De momento, en Europa hay cementerios de residuos de baja y media radiactividad (en España tenemos el de El Cabril, en Córdoba) y un par de proyectos, en Finlandia y Suecia, de cementerios de residuos de alta radiactividad (en 2002, Estados Unidos dio luz verde al primer almacén geológico profundo del mundo).

El primer antecedente de la UE que hoy nos lleva no es otro que la Comunidad Europea del Carbón y del Acero (CECA), una comunidad que vio la luz en 1951 y que ya ponía entonces claramente de manifiesto que la energía era una base fundamental para la construcción política. Seis años después quedaron constituidas la Comunidad Económica Europea (CEE) y la Comunidad Europea de... Energía Atómica, Euratom, otra prueba de la trascendencia que la clave energética entrañaba y entraña para el Viejo Continente. Pues bien, por obra y gracia de las sucesivas ampliaciones, la CEE pasó a la historia (su lugar vino a ocuparlo la UE) y en julio de 2002 finalizó el tratado de la CECA, de modo que hoy el único superviviente de aquellos tiempos de fundación es Euratom, un tratado que fue redactado en 1957 con propósito explícito «crear las condiciones necesarias para el rápido establecimiento y crecimiento de la industria nuclear», que no ha sido reformado desde entonces y a pesar de lo que ha llovido (léase por ejemplo Chernóbil), y que, además, «está resguardado del examen del Parlamento Europeo», según señalan la organización World Information Service on Energy (WISE) y los portavoces de Greenpeace, Carlos Bravo («Euratom debe ser derogado»), y Ecologistas en Acción, Paco Castro: «se trata de una entidad sin control parlamentario de ningún tipo».

 

EL DINERO ATÓMICO

Euratom, pues, ha sido a lo largo de los últimos cincuenta años el principal promotor de la energía nuclear en Europa y es hoy objeto de críticas de la mayoría de las organizaciones ecologistas, que no ven con buenos ojos ni el presente crecimiento atómico de la UE, crecimiento debido a la incorporación de los diez nuevos miembros, ni la gran cantidad de recursos que durante los últimos años ha invertido Euratom en el sector, pues ésa es la clave. Según WISE, en apenas diez años, entre 1977 y 1987, y gracias a la línea de crédito nuclear de Euratom, llegaron al sector 3.000 millones de euros en subsidios, y es posible que los ministros de Economía de la Unión Europea añadan a esa cifra otros 2.000 millones más, que podrían ir a parar a las reformas que necesitarían las centrales de la Europa del Este (además de las instalaciones a reformar, hay dos reactores en construcción en Eslovaquia, uno en Rumanía, que pronto se adherirá a la UE, y otro en Finlandia, donde también está proyectado un almacén geológico profundo para residuos de alta radiactividad). Pero no acaban ahí las cuentas nucleares. Según WISE, los programas marco IV, V y VI de la UE de financiación de energía destinan más recursos económicos a la investigación y desarrollo de la nuclear (fusión y fisión: 3.826 millones de euros) que a todas las demás energías (2.928). Y los fondos de Euratom salen de los gobiernos europeos.

La seguridad es, sin embargo, harina de otro costal. De otro costal o de varios otros, pues no hay unanimidad al respecto. Según WISE, la directiva sobre seguridad que está en discusión y que ha sido promovida por la comisaria de Transportes y Energía, Loyola de Palacio, «tendrá un impacto mínimo o nulo en la seguridad de las instalaciones», o sea, que no añade nada trascendente a lo que ya hay. Según Bravo, de Greenpeace, «esa directiva trata de rebajar los niveles de seguridad de las centrales de UE de los 15 a la par que eleva los de la UE de los 25. Nosotros solicitamos un mismo rasero pero establecido lógicamente a la altura de los patrones más exigentes. En cuanto a los residuos, la directiva promovida por la Comisión propone cementerios en profundidad. Greenpeace y muchos científicos descartan esa opción. En todo caso, el texto no tiene muchas posibilidades de salir adelante, teniendo en cuenta que estamos ya encima de las elecciones europeas».

 

LAS CENTRALES, UNA A UNA

De los diez países que se incorporan a la UE sólo cinco cuentan con instalaciones nucleares de producción de electricidad: Eslovaquia, Eslovenia, Hungría, Lituania y la República Checa. Su situación es muy diversa. En la República Checa existen actualmente cuatro reactores en funcionamiento en la planta nuclear de Dukovany (está previsto que el último de ellos sea cerrado en 2027) y dos más en la polémica central nuclear de Temelin, donde se han registrado, desde su puesta en marcha, numerosos problemas. Los más graves tuvieron lugar en la década de los noventa y fueron resultado, según los expertos, de la combinación de diferentes componentes y tecnologías de Rusia y Estados Unidos. En 2002 se puso en marcha el segundo de los reactores (ambos han tenido que ser cerrados parcialmente por culpa de problemas técnicos). La República Checa tiene previsto construir un almacén geológico profundo para residuos de alta radiactividad en 2065.

Hungría sólo cuenta con una central nuclear, la de Paks, en el centro del país. Su construcción comenzó en 1974 y cuenta con cuatro reactores. Paks fue escenario de un grave incidente el diez de abril de 2003 durante las tareas de limpieza de los elementos combustibles de la segunda unidad. El suceso ha sido clasificado, conforme a la Escala Internacional de Accidentes Nucleares, como «incidente grave». El reactor continúa fuera de servicio. Los residuos de alta radiactividad se almacenan en la propia central, como sucede en las centrales españolas, y no hay de momento propuestas para la creación de cementerios de alta. En Lituania se encuentra otra de las centrales de la polémica, Ignalina. Cuenta con dos reactores similares a los de Chernóbil que no funcionan a la máxima potencia por motivos de seguridad. En principio, y según las especificaciones de diseño, podrán operar hasta los años 2014 y 2017 respectivamente. Sin embargo, durante las negociaciones de acceso a la UE, se acordó adelantar su cierre y es posible que ello suceda entre 2005 y 2009.

Eslovaquia es la única nación incorporada que está construyendo una central nuclear (dos reactores). Además, posee dos plantas más, Bohunice y Mochovce. La de Bohunice fue la primera central nuclear de Europa Oriental. Su construcción comenzó en 1958 y cuenta con reactores de primera generación, por lo que la comunidad internacional ya se ha mostrado partidaria en más de una ocasión de su cierre prematuro, aunque su vida nominal de diseño concluye entre 2008 y 2012. Como parte del proceso de acceso a la UE, se alcanzó un acuerdo respecto al cierre de los reactores de Bohunice antes de 2008. Sin embargo, el gobierno de Eslovaquia ha señalado que es inviable esa clausura dado el incremento de la demanda eléctrica en el país y, finalmente, la Asociación Internacional de Energía Atómica ha apoyado la decisión. Los dos reactores de Mochovce se pusieron en marcha en 1998 y 2000 tras mil avatares técnico-financieros (su construcción había comenzado en 1982). Y, por fin, Eslovenia, posee una central a 75 kilómetros de la capital, Liubliana que también ha vivido incertidumbres tras la desmembración de Yugoslavia.

Autor: Antonio Barrero F.


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