No es la primera vez que una instalación de gran ciencia planea sobre España; recordemos algunos sincrotrones o aceleradores de otro tipo que también se acercaron, con distintos finales.
Pero ITER (International Tokamak Experimental Reactor) excede sin lugar a dudas a todos los anteriores por mil razones:
porque, sin desdeñar el papel de otras instalaciones para el conocimiento de la materia, este proyecto está en el camino crítico de la obtención de energía útil, limpia y con recursos inagotables
porque es la cristalización de un ingente esfuerzo internacional, que hoy compromete a la Unión Europea, Japón, Rusia, EE.UU., Canadá, China y Corea
por su elevado presupuesto de construcción, cercano a los 5.000 millones de euros, y más adelante el de operación durante 20 años
y, cómo no, por la no despreciable probabilidad de que ITER se construya en España.
EL TEMA DEL SITIO*
La primera fase del proyecto terminó en 1998, resultando de ella una instalación que produciría unos 1.500 MW térmicos, y con un presupuesto de unos 8.000 millones de euros. Consideraciones presupuestarias, causa o consecuencia, o ambas, de la retirada de EE.UU. del proyecto, llevaron a un rediseño de la instalación, sujeto a que mantuviese los objetivos previstos de ser el gran paso previo a otro que demostrase la producción práctica de energía eléctrica (bautizado DEMO). Así se llegó al diseño actual, con una producción térmica de unos 500 MW y con el presupuesto anteriormente indicado. Hay que señalar que, a lo largo de ese proceso de rediseño, se ha reincorporado al proyecto EE.UU. como miembro del Acuerdo ITER, y además Canadá, China y Corea como nuevos miembros.
A principios de 2000 Canadá, entonces todavía como simple asociado al Programa Europeo de Fusión, ofreció un sitio para ITER junto a una de sus centrales nucleares; unos meses después Francia adelantó oficiosamente que iba a ofrecer otro junto a su centro nuclear de Cadarache, al norte de Marsella. España añadió otra opción al ofrecer un sitio en el área de la C.N. Vandellós I, entonces en fase de desmantelamiento (ahora ya completada). Japón por su parte también ha ofrecido otro sitio, al norte del país.
Esos cuatro sitios han sido analizados exhaustivamente frente a los requisitos que ha establecido el proyecto: técnicos (área disponible, geología, sismicidad, refrigeración, etc.), socio-económicos de la zona (vivienda, comunicaciones, sistemas educativo y sanitario, etc.) y base legislativa del país para el licenciamiento de esta instalación, ciertamente singular.
Los cuatro sitios han sido calificados como conformes con esos requisitos. Hay sin embargo diferencias entre unos y otros, que se traducen en ventajas o desventajas relativas; por ceñirnos a la comparación Vandellós-Cadarache, se han señalado como ventajas claras del primero algunas como las siguientes:
factibilidad de refrigeración por agua de mar, frente al empleo de torres
acceso inmediato (2 km al puerto propio de Vandellós II) de compo-nentes pesados y/o voluminosos
nivel más bajo de salarios y de materiales para la construcción.
En estos momentos la UE debe decidir, antes de fin de noviembre, si presenta una o dos candidaturas a la mesa final de negociación entre los miembros del Acuerdo; y, si es una, cuál de ellas. España prefiere que vayan las dos o, si es una, la de Vandellós obviamente.
IMPACTO PARA ESPAÑA
Aunque España, como socio de la UE, participará en todo caso en el proyecto y construcción sea cual sea el sitio elegido, no cabe duda del impacto adicional que tendría para el país la ubicación de ITER en Vandellós y su operación durante la vida útil de la instalación. Algunos estudios sobre tal impacto se llevaron a cabo en el año 2000 por encargo del CIEMAT (sede del Laboratorio Nacional de Fusión, motor de esta iniciativa), y contribuyeron a sustentar la oferta española. Sin detallar, los siguientes aspectos ofrecen para España un retorno enorme frente al esfuerzo (económico y de otros tipos) que requeriría la instalación de ITER en España:
Mayor participación en el proyecto de detalle, en el suministro de materiales y componentes y en las tareas de construcción y montaje, inevitablemente con contenido mayo-ritariamente local.
Desarrollo regional y nacional en alta tecnología:
- nuevas áreas: materiales, criogenia, robótica, comunicaciones, etc.
- consolidación de un núcleo científico español de máxima altura en I+D
- mejora de posiciones para otros proyectos nacionales o internacionales de alta tecnología.
- potenciación de las industrias relacionadas.
Gran base de relaciones con la Universidad y con los Centros Tecno-lógicos.
Mayor participación en la operación de ITER y, al final de su vida útil, en las tareas de desmantelamiento.
Aumento del gasto ordinario en la zona, por la presencia de varios miles de personas durante la construcción y de varios centenares durante la operación.
Aumento del empleo.
Las referencias a instalaciones de este tipo en otros entornos (Oxford, Ginebra, Grenoble) apuntan a que el país anfitrión recupera, a través de aspectos como los arriba mencionados, del orden del doble de su inversión.
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Esperemos que la ninfa Europa, quizá recordando al toro por quien se dejó raptar, nos sea propicia ante la oferta de sitio para ITER en un país simbolizado (sólo a veces, afortunadamente) por aquel animal.
* Empleo esta palabra tradicional, y próxima al site del inglés y del francés, en lugar de la farragosa emplazamiento.
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