Esas son las cifras que resultan de la proyección de una investigación del Instituto de Vigilancia Sanitaria (InVS) realizada en nueve grandes ciudades francesas en las que la muerte de 379 personas entre el 3 y el 17 de agosto es "atribuible" a la importante concentración de ozono en el aire.
El calor extremo que afectó Francia durante esos días provocó un alza considerable de las concentraciones de ozono, que fue en algunos lugares de más del 40% respecto a los niveles normales, de acuerdo con la decena de investigadores que trabajaron con datos de París, Burdeos, Estrasburgo, Le Havre, Lille, Lyon, Marsella, Ruán y Toulouse.
La coordinadora del informe Sylvie Cassadou rechaza el argumento de que la canícula lo único que hizo fue precipitar la muerte de personas que, por su delicado estado, hubieran muerto en los meses siguientes, ya que esta tesis no se vio confirmada con las estadísticas de mortalidad de los meses siguientes.
"Los fallecimientos ocurridos durante la ola de calor no parecen haber sido anticipados sólo unos días, sino en un plazo más largo", afirma Cassadou, que confirma así la idea de que la contaminación causa muertes de forma directa e indirecta.
También tiende a confirmar las polémicas declaraciones hechas en septiembre del pasado año por el anterior presidente del Consejo Nacional del Aire, el ecologista Jean-Félix Bernard (sustituido desde entonces), que estimó que el número de muertos debidos a la contaminación durante la canícula se movió "entre varios cientos y varios miles".
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