Se preguntará el lector a qué viene entonces la enhorabuena. La respuesta está en que hoy, como nunca, toda la sociedad está convencida de que la mejora de nuestro nivel de vida depende de nuestro nivel de I+D. Era algo que muchos sabíamos, pero no había una conciencia social de la fuerte correlación que hay entre el progreso y el nivel de la I+D. No lo dude el lector, ¡la hay! Si se representa el nivel de vida de cada país en función de su gasto en I+D, la cosa no puede ser más clara. La sociedad, en general, no lo sabía en la década de los ochenta. En cambio, parece que todo el mundo lo sabe hoy. Cada día lo pone el periódico, lo dicen los medios y lo predican los políticos. Incluso lo afirman los responsables de las finanzas. En casi cada edición de "La Vanguardia" se puede encontrar alguna noticia o declaración relativa a la importancia de la I+D en el progreso económico. Y lo saben los sindicatos y las patronales: sólo la I+D nos salvará de las deslocalizaciones, del aumento del paro y parece que de todo. El clima no nos puede ser más favorable. Por tanto sí que estamos de enhorabuena: seremos una de las prioridades de los gobiernos central y autonómico. Así sea. Lo que me preocupa es que alguien, por desconocimiento, pueda crearse falsas expectativas de salvación.

Para empezar a mejorar nuestra investigación, hace falta dinero. En España se habla de llegar al 2% del PIB en una legislatura, aumentar dos décimas y media por año. Esto supondrá inyectar a la I+D unos 1800 millones de euros (del 2004) cada año. Yo, y creo que muchos, firmaríamos ahora mismo si al final de la legislatura hubiéramos crecido una o dos décimas por año. Medio punto en toda la legislatura: una inyección de 3.600 millones de euros, 900 por año. De esta manera, en dos legislaturas nos plantamos en la actual media comunitaria habiendo podido digerir los aumentos razonablemente bien. Y, si Europa decide cumplir los compromisos de Lisboa, aún nos quedarían dos legislaturas de crecimiento al mismo ritmo, hasta llegar al 3% del PIB el año 2020.

Pero no sólo hace falta dinero. Hace falta mejorar la organización y cuidar la investigación de más calidad, como se cuida una planta que empieza a crecer. Pero no es como un campo de trigo que se siembra, crece uniformemente, y al cabo de un año (o de una legislatura) se recolecta (¡y ya tenemos una economía boyante y se acaba el paro y las deslocalizaciones!). Hay que sembrar, dejar crecer, buscar las plantas que crecen mejor y cuidarlas como oro en paño, ayudándolas a crecer en vez de ahogarlas (o peor, ¡de cortarlas por crecer a destiempo!), sabiendo que los frutos son a plazos más largos que los ciclos políticos.

El pasado día 19 de abril, "la contra" de este diario publicaba una entrevista al premio Nobel Cohen Tannoudji. Decía, con toda la razón, que la ciencia no es programable. Nos recordaba que ni el láser ni el transistor fueron objeto de ninguna sabia planificación. Hay que estimular, decía, la curiosidad de los científicos, en libertad y sin calendario, sin dejar por ello de evaluarlos.

Es cierto que la I+D es la salvación, pero sólo si se hace bien, y aun así lo es a medio plazo. Si no se tiene esto en cuenta, muchos de los que ahora afirman que la ciencia nos aportará la salvación serán los primeros en regresar a la tradicional desidia que nos ha acompañado tradicionalmente. El entusiasmo que hoy celebramos se convertiría en la más pura decepción. Esperemos que no sea así.

Autor: Ramón Pascual (Consorcio del Sincrotrón y UAB)